Se cuenta que un ejército de sombras robó la voz a todos
los hombres y mujeres allá por los tiempos de los estados-nación y los líderes demagogos
y corruptos. El silencio público prolongado durante generaciones atrofió sus
cuerdas vocales y olvidaron el sonido de las palabras, porque cada cual
sobrevivió como pudo y supo.
Una tarde,
una anciana descubrió un baúl de roble antiguo, en un rincón inaccesible del
sótano donde guardaba las pocas pertenencias que conservaba de sus padres. Al
abrirlo, solo encontró un libro. Después de leerlo una docena de veces, gracias
al cariño con que su madre le enseñó de niña, supo lo que debía hacer. Aunque
la lectura había sido relegada a la más pura intimidad silenciosa, como casi
todo en aquella época oscura, la anciana se vistió con su mejor vestido, su
sombrero más hermoso y, junto a su fiel jumento, famélico y añoso como ella, se
lanzó a recorrer la ciudad leyendo aquel y otros libros en voz alta. Así fue cómo la
palabra apareció de nuevo, y la Caballera de la Vetusta Figura, como se la
conoció de ahí en adelante, recorrió el mundo deshaciendo al ejército de
sombras y desentumeciendo mentes y cuerdas vocales solo con su voz.