Pertenezco a una de esas generaciones que saben perfectamente
qué es una crisis económica y las consecuencias que reporta. Pertenezco a una
de esas generaciones que saben cómo se han gestionado y gobernado esas crisis
que tanta miseria, no solo económica y laboral, arrastraron. Que el Futuro, esa abstracción, tan próspero y cristalino para generaciones
anteriores (desgraciadamente no son tantas), es una nube negra llena de agujas a la que nunca hemos sabido cómo
acercarnos.
Esas crisis, a día de hoy, nos
enseñaron muchos conceptos y palabrejas, algunos de ellos muy retorcidos:
crisis bancaria, burbuja inmobiliaria, desempleo estructural, corrupción
estructural, hacer más con menos, recortes sociales, troika y hombres de negro, apretarse el
cinturón, disminución del crédito, reforma laboral, amnistía fiscal, déficit público y prima de
riesgo, desahucios, pobreza infantil, los nuevos exiliados, demasiado
cualificado, flexibilización laboral, trabajadores pobres, deslocalización, neoliberalismo,
15M, etc.
Y escribo
esto porque quiero posicionarme en contra de ese mal endémico que circula por
ahí y dice que todos los políticos son iguales, que da igual de donde vengan,
qué partido o ideología o continente, país, región o barrio representen: todos
son iguales. Pues no, para mí, no todos son iguales. Y esta situación nos
muestra ejemplos casi a diario, que es muy importante no olvidar.
Nombraré a tres políticos que
se han cruzado casualmente en el mismo día. Unos versos y tres nombres entrelazados por el azar. Anoche terminé la deliciosa serie
“Devs”, una de las mejores series de ciencia ficción que he visto en mucho
tiempo. En ella aparecen unos versos de Yeats que dicen: “Los mejores carecen de toda convicción, mientras que los peores / están
llenos de apasionada intensidad”. Ayer
supimos que la Directora General de Salud Pública de la Comunidad de Madrid dimitió
porque se negaba a apoyar que Madrid pasara a Fase 1 según la situación actual.
Desistió, eligió marcharse. Todos sabemos la decisión y diferentes respuestas
que ha dado la Presidenta de la Comunidad de Madrid, Díaz Ayuso, al respecto. Priorizar la
economía a la salud. Podemos recubrir esta afirmación con palabras, engrasarlas como antaño, pero no dejarán de significar
lo que significan. No, no todos los políticos son iguales. También supimos ayer,
a través de la Ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, que los Agentes Sociales de
este país firmaron un acuerdo para apoyar tanto a trabajadores como a empresas
durante esta terrible pandemia (de nuevo impensable en otras épocas).
Último
escalón temporal. Julio Anguita ha sido ingresado en el
Hospital Reina Sofía por un problema cardíaco. Aquí seguro que hay gente que
bizquea, se le cruzan las ideologías, los colores y creencias y ya me han
etiquetado por esta correlación de nombres: Ayuso, Yolanda Díaz y Anguita. Y lo
acompañarán con su legión de adjetivos acostumbrados. Pero repito: no todos los
políticos son iguales porque esa reflexión es simplista, aburrida, porque es
una afirmación perezosa de quien no quiere profundizar en la historia y recordar
a todos aquellos políticos que lucharon (y luchan) por mejorar la sociedad. Quizá
sea porque prefiero valorar a recriminar, no lo sé. Lo que sé es que los
derechos y libertades, la sanidad y la educación públicas no cayeron del cielo,
ni brotaron de la tierra por arte de magia.
La pandemia del Covid-19 nos
ha enseñado muchas cosas, entre ellas qué significa tener una Sanidad Pública y
las consecuencias de intentar hacer negocio con ella, y no quiero entrar en el tema del tejido industrial con su maravillosa
flexibilización y deslocalización, o esa estrategia de sustentar un país bajo el paraguas del ladrillo, el turismo y el sector servicios.
En estos
tiempos que corren parece que hablar de ideología es algo trasnochado, casposo,
penado. Quiero copiar aquí la definición exacta según la RAE: Ideología: “1. f. Conjunto de ideas
fundamentales que caracteriza el pensamiento de una persona, colectividad o
época, de un movimiento cultural, religioso o político, etc.”
Y me
pregunto, ¿qué conjunto de ideas fundamentales me caracterizaban a mí, a mi
país y a mi época antes de la pandemia? Y en mitad de esta crisis sanitaria,
que tanto nos ha exigido y quitado, ¿han cambiado?, ¿qué conjunto de ideas
fundamentales quiero que me caractericen a mí, a mi país y a mi época en el
futuro? La respuesta a eso, lo quieran o no, es ideológica, porque son esas
ideas las que construyen el ideal que tengo de la sociedad donde deseo vivir. Cada
uno que decida cuáles son. Por mi parte, yo quiero un país que edifique sus
cimientos sobre Lo Público; que el índice más importante donde mirar para saber
si las cosas se hacen como queremos que se hagan sea el Índice de la Calidad de Vida y no solo el PIB o cualquier otra
magnitud macroeconómica; que el mundo laboral no sea una selva donde exprimir
beneficios y el trabajador cada vez pierda más derechos; donde la igualdad de
resultados se imponga a la igualdad de oportunidades; quiero un país que potencie más la tecnología, las energías renovables, la
investigación y la ciencia, el tejido industrial, favoreciendo a ciertas empresas
y penalizando o por lo menos no apoyando a esas otras que hacen maniobras de
escapismo en paraísos fiscales o se aprovechan de la miseria y la ausencia de
derechos sociales y labores de otros países menos afortunados; un país que cuide su patrimonio
histórico, que valore la cultura al nivel que merece; que proteja y coexista
con el medio ambiente porque también son extremidades de su propia identidad;
me gustaría un país edificado sobre la igualdad real entre hombres y mujeres, sobre
el feminismo, también sobre el laicismo. Podría seguir expresando mis deseos,
la proyección del país que me gustaría que mi hija habitara.
Todos estos deseos son
ideológicos. Y cada partido los representa de una manera concreta, porque, ¿no
es eso para lo que existen los partidos políticos, para llevar a cabo, para
construir el país que sus deseos, QUE SU PROGRAMA (que diría Anguita),
representan? Y quienes votan a unos u otros partidos se identifican y ayudan a
edificar ese ideal de país que su programa y deseos representan.
No, no todos los políticos son iguales.
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