Si algo quiero decir en esta aproximación, si algo quiero matizar sobre este libro, el primer libro que se publicó después de la muerte de Valente, es que es un testamento poético, un conciso, contenido y comprimido testamento poético.
El yo poético se disuelve en la desnudez de la palabra y en la desmaterialización del tiempo y los cuerpos, mostrando los múltiples rostros y formas que tiene la muerte y el amor de acercarse y rondarnos.
El vacío, la ausencia, la luz, esas huellas que pululan en el tiempo y la arena, el miedo y la desazón, el amor como columna vertebral, sentido y discurso. Todo guiado por una voz certera, desnuda, sin artificio, reducida a la mínima expresión para ahondar aún más en aquello que desea ahondar: el tiempo, la muerte, el amor, la pérdida.
Y de la pérdida, desgraciadamente, sabía bastante. En junio de 1989, moría de sobredosis, a los 34 años, su hijo Antonio. Y de ese dolor, Valente escribió este poema:
Tú duermes en tu noche sumergido. Estás en paz. Yo araño las heladas
paredes de tu ausencia, los muros no agrietados por el tiempo que no puede
durar bajo tus párpados. Ceniza tú. Yo sangre. Leve hoja tu voz. Pétreo este
canto. Tú ya no eres ni siquiera tú. Yo, tu vacío. Memoria yo de ti,
tenue, lejano, que no podrás ya nunca recordarme.
Memoria de la pérdida, el dolor, el paso del tiempo, el deterioro corporal, lo que fuimos y ya no somos, lo que pensábamos que seríamos y no fuimos, la tristeza, la añoranza, la soledad, el cuerpo fatigado y el cansancio, la ruina corporal, las caricias del sol, el otoño con sus luces y sombras, los bordes, los límites, los senderos y los bosques, la luz oscura y la oscura luz, el salir y el entrar del cuerpo, del ser, las dudas, las dudas existenciales, las dudas de los límites de la realidad y de nuestras creencias. Y, sobre todo, del amor como barcaza, flor y vacío.
Ahora os dejo algunas pinceladas del poemario, el testamento poético de un gran poeta:
Supo
después de mucho tiempo en la espera metódica
de quien aguarda un día
el seco golpe del azar,
que sólo en su omisión o en su vacío
el último fragmento llegaría a existir.
..
..
Al norte
de la línea de sombras
donde todo hace agua,
rompientes
en que el mar océano
se engendra o se deshace
y el naufragio inminente todavía
no se ha consumado, ciegamente
te amo.
..
..
El mar, el tiempo, alrededores de lo que
no podemos medir y nos contiene.
..
..
Vuelvo ahora
desde no sé qué sombra
al día helado del otoño en esta
ciudad no mía,
pero al fin tan próxoma,
donde el sol de noviembre tiene
la última dureza
de lo que ya debiera
morir.
..
..
Tanto después envuelve ya el pasado
y tantos antes no nacidos nunca.
..
..
Solo queda la fábula.
Lo que se narra y al narrarse crea
la sola narración para ninguno.
..
..
Nos baja la guitarra
al fondo del adentro.
Fondo
en donde vibra el fondo.
El llanto.
El fondo.
Qué solos nos quedamos frente a frente
mi tú, ni yo.
Qué
solos.
Soleá.
No hay comentarios:
Publicar un comentario