Esto es un regalo. La mejor manera, o la única, o la que
considero más sincera para agradecer al Sistema Sanitario Público en
general, y a todos los sanitarios en
particular todo su esfuerzo. Es mi humilde aportación, la pandemia del coronavirus nos
recuerda una vez más que decidir dedicarte al ámbito sanitario va mucho más
allá de un sueldo a fin de mes. Cuidar, curar, acompañar, salvar… aun a riesgo,
sobre todo durante esta cuarentena, de su propia salud.
El 12 de
marzo de hace dos años (curiosos marzos), mi doctora de cabecera me salvó la
vida al recetarme una ecografía a la que no estaba obligada. Una semana más
tarde, en mi revisión anual en nefrología, otra doctora me diagnosticaba cáncer
de riñón. El objetivo de este texto no es narrar aquella situación. Lo que
supuso y supone para mí. Escribo esto por los sentimientos que ciertas personas
han vuelto a despertar en mí, y eso ha superado mi rechazo a cierta exposición.
Como digo, esto es un regalo.
Desde aquel 12 de marzo de 2018 todo lo que
ocurra en mi vida, todos los libros que alcance a escribir, todo el tiempo que
disfrute con mi hija, con mi mujer, con mi familia y amigos, todos los libros
que lea, que me enamoren, todos esos cuadros de pintores nuevos que descubra,
todas esas ciudades y monumentos y rincones de otros países por los que
deambule, toda esa soledad deliciosa que pueda saborear… todo por lo que merece
la pena vivir, todo eso se lo debo, me lo han regalado ellos: las doctoras y
enfermeros, los radiólogos y anestesistas, las cirujanas y auxiliares que me
han acompañado (y lo siguen haciendo), que sin conocerme me trataron, y hablo en plural porque fueron todos, sin excepción, como una persona, como alguien conocido, como alguien
cercano, incluso querido, como un joven de treintaicinco años con un cáncer
incurable. Me salvaron. Y aquí sigo, con un riñón menos y unas manchitas en un
pulmón que parece que han encontrado su lugar tranquilo, y ahí están, viendo
pasar el tiempo. Y les digo que no tengan prisa, que Córdoba es una ciudad
hermosa, que les leeré muchos libros y escribiré muchas historias, quizá no tan
buenas como las que les lea, que mi hija les alegrará la existencia, eso
seguro. Y parece que les ha gustado el huequecito que en mí encontraron y ahí
están quietecitos sin crecer. Aunque eso de correr, beber vino o cerveza y dar toques a un balón
quedó como un recuerdo lejano.
A lo que
iba, desde esta atalaya que es mi casa, junto a mi mujer y mi hija, durante
esta cuarentena por el coronavirus para cuidarme (pertenezco a esa familia
llamada población de riesgo) y para cuidar a los que están a mi alrededor,
pienso, leo y veo los testimonios y los actos de miles de mujeres y hombres en
hospitales. Sus rostros y lo que les rodea son un correlato objetivo, que llamamos
en literatura, que expresa una emoción, sentimiento o, en mi caso, una verdad.
Y esa verdad, reflejada en todos esos rostros que fueron los mismos que me
acompañaron y cuidaron durante los días y semanas más difíciles de mi vida, no
es otra cosa que solidaridad, empatía, valor, compromiso por esta nuestra
especie, a fin de cuentas: un amor enorme por la vida, por la vida ajena que es algo hermosísimo. Son, para mí, los
grandes héroes y heroínas de nuestra historia, de la Historia con mayúscula.
Siempre, siempre han estado ahí. Que otros se queden con los Napoleones, Cid
Campeadores y Julios Césares que yo me quedo con ellos: con los millones de
anónimos que nos regalan lo más preciado de la vida. Gracias por todo.
Otra
cosa, creo que la Sanidad Pública Universal es uno de los actos más
revolucionarios que ha creado el ser humano en la historia.
Los relatos
que publicaré cada día, espero ser lo puntual que nunca he sido, forman parte
del libro de relatos, inédito e incompleto, Cuando
la humedad nos atraviesa. Aquí os dejo mis textos, un libro para entreteneros esto días extraños, pero sobre todo como
agradecimiento. Es lo máximo que puedo ofrecer, para todos ustedes, con todo mi
cariño y admiración, con infinita gratitud.
El primer relato que publico aquí, en el libro estaba situado al final, como último sabor de boca. Como todo ha cambiado, quiero que sea el primero, porque de alguna manera somos millones de personas los que nos encontramos en una isla parecida a la del microrrelato.
LITERATURA
Aún hoy
se desconoce el día y la hora exacta de aquel maravilloso acontecimiento.
Cuentan las leyendas que un hombre se adentró en un bosque con un bolígrafo y
un cuaderno, mientras que a esa misma hora, que nadie recuerda ni sabe
señalarla en un calendario, una mujer arribaba al puerto de una ciudad también
con las mismas herramientas. A partir de aquí sí podemos asegurar el tiempo:
cinco días más tarde, el hombre había dejado al bosque sin pájaros ni flores,
robado el olor a romero y a jazmín; la mujer había arrancado todas las antenas
parabólicas y fuentes de la ciudad, y extirpado la piel y los recuerdos de
todos los que allí vivían. Al séptimo día, exhaustos, como dos recién nacidos,
se reunieron en una isla minúscula de un océano desconocido y se intercambiaron
los cuadernos.
Escribes desde y hacia el corazón y eso te hace hermoso. Para mí eres adictivo. Ya estoy esperando el siguiente relato. Gracias
ResponderEliminarNunca me habían llamado adictivo jaja. A ti, nos veremos muy pronto.
EliminarPrecioso de verdad. Desde el corazon Gracias por esas palabras a Gracias a la profesion sanitaria de la q formo parte. Un saludo carmen. Mama de alejandro
ResponderEliminarGracias a ti, Carmen.
EliminarBellísimas palabras que salen de una persona maravillosa. Afortunada de formar parte de tu familia. Te quiero primo
ResponderEliminarY yo. Cuidaros.
EliminarMuy bonito y profundo, Salva
ResponderEliminarGracias.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarGracias por recordarnos o, a veces, descubrirnos la VIDA.
ResponderEliminarDesde otra isla, la de Polifemo, seguiremos tus "partes de guerra"
A ti. Buena isla esa. Así lo espero.
ResponderEliminar¡Vaya pedazo de regalo! Y con una brutal fuerza en el relato, las sensaciones y emociones vividas. ¿Dónde hay que apuntarse para recibir un regalo como éste cada día? Enhorabuena, Salva. Que la humedad nos atraviese durante mucho tiempo. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias, aquí tienes tu casa para lo que gustes. Y que la humedad nos atraviese durante mucho tiempo y ficciones. Otro abrazo.
EliminarLa fuerza y la sensibilidad de la creación literaria se sumerge allá donde vaya. En el bosque con sus habitantes y en la ciudad con los suyos. Imponente, Salva. Nunca dejes de soñar.
ResponderEliminarNi de escribir. Besos.
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