Si hubiera descifrado correctamente la neblina que la
muchacha tenía en los ojos, no estaría en esta situación. Lo que son las cosas,
manda cojones, es como si ahora mismo escuchara a mi padre recriminarme: «ves, te lo dije», con
aquella sonora carcajada de conquista. Si le hubiera hecho caso y aprendido
todos aquellos malditos nudos marineros, ahora no me vería atado y amordazado
esperando un desenlace fatal.
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