El actor, conocido como el Perfecto muchos años después,
lo arriesgó todo por aquella película, etiquetada desde el inicio, por sus faraónicas
pretensiones, como la Maldita. El actor alcanzó cumbres de interpretación que de
ningún modo imaginó alcanzar. Su talento devoró el ingenuo arco de personaje
que el guionista escribió para él, y más que un arco lo transformó en un
auténtico universo.
La película
maldita, la película que muchos se jactaron de que nunca se vería en una
pantalla, la película imposible de rodar, la película más compleja y divertida
y dramática y emotiva jamás creada, solo podía ser protagonizada por alguien
como él. Fue, sin lugar a dudas, tanto para el público como para la crítica,
una vez concluida, épicamente, cuarenta años más tarde, con 480 horas de
duración, la mejor actuación de todos los tiempos. La película conquistó cada
festival al que se presentó, ganando cada premio al que optó. Él también.
Unos días
después de recibir el último premio, cuando todo hubo acabado, el actor
perfecto descansó. Durmió treinta horas seguidas. Al despertarse, después de mear
y desperezarse, se miró en el espejo del baño de su casa y se sobresaltó al
descubrir a un hombre, arrugado y con el cabello ralo y canoso, atrapado en el
interior del espejo, mirándolo con ojos de pánico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario