martes, 14 de abril de 2020

30. EL PRIMER CONTACTO


Una noche cualquiera, en un lugar cualquiera, un hombre arropa a su hija, se recuesta a su lado y comienza a leerle un cuento. Al rato la niña se duerme, el hombre se levanta, deja el libro en la estantería, se acerca a la niña, la besa y le dice «te quiero». Y aquellas palabras, desde aquí pretéritas, ante la estupefacción de todos los expertos y el esfuerzo estéril de países y grupos económicos por apuntarse el histórico tanto, se unieron en un sonido único que entró por el oído derecho de la niña, recorrió su cuerpo y salió por el izquierdo, traspasó la pared de la habitación, el dormitorio de sus padres, saltó a la calle y navegó la noche entre las sombras y las luces, entre el gentío alegre de los trasnochadores y, en un giro inesperado, ascendió, penetró las nubes y dejó atrás, poco a poco, la Tierra. Dos palabras transformadas en un sonido interestelar que ningún experto, a día de hoy y cientos de años después de ser emitidas, sabe cómo, cuándo ni por qué se  han convertido en el primer contacto con otra vida inteligente en un lejano lugar del universo.





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