«Estoy cerca, muy cerca. No tengas miedo. Pronto
estaremos juntos», me susurras al oído en plena noche. Y la oscuridad se anuda
como un atrapasueños, utilizando mis brazos, mis senos, mis piernas, tus manos
y tu boca, tu sexo. La oscuridad cose tu ausencia a mi piel desnuda. «Estoy
cerca. No tengas miedo. Pronto estaremos juntos. Sueña conmigo todos los días»,
me susurras. Y yo no quiero despertar hasta el día que acabe la guerra y
escuche el tintineo de tus llaves abrir la puerta. Y lo que era un sueño de
amor y sexo se tiñe de miedo y aparece ese vacío donde todo cae y nada regresa.
El miedo anida bajo mis párpados y se expande devorando la esperanza de tu
regreso, y ese sabor a muerte provoca que me despierte aterrada, con tu nombre
de súplica en los labios. Miro hacia tu lado de la cama y te veo dormir,
plácidamente, mirándome con los ojos cerrados y la boca ligeramente abierta. El
pájaro del miedo se marchó a su árbol de pesadilla y solo queda la tranquilidad
de que estamos juntos. Me acerco a ti, y te beso, y te acaricio para
despertarte. «Estoy cerca», te susurro.
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