miércoles, 22 de abril de 2020

38. TAL VEZ



Solo recuerdo que corría para escapar de Nando y de repente la tierra me tragó. Literalmente. Parece un cuento o una película de niños típica y aburrida. Pero fue así: la tierra me tragó. Tenía nueve años, vivía en Albeira, un pueblecito tranquilo de costa. Tenía un padre y una madre. Dos hermanos: Inés, la mayor, y Pedro, el menor. Tenía dos hámsteres y un perro llamado Blanco. Tenía muchos amigos, entre ellos Juan y Nando, los dos mejores. De Nando huía cuando me tragó la tierra.
         Desde entonces deambulo por esta oscuridad que siento áspera y húmeda. Ha pasado mucho tiempo, lo sé. He sobrevivido bebiendo de la tierra empapada y comiendo alguna raíz o animalejo moribundo. No sé cuántos años tengo. Ha pasado mucho tiempo desde que me tragó la tierra y desde que dejé de usar ropa. En el momento que caía escuchaba la voz de Nando gritarme… después un eco perpetuo y una oscuridad también perpetua.
         Alguna vez he debido arrastrarme por un túnel estrecho, fangoso y asfixiante. Pero no es lo normal. Lo normal es que camine erguido, como si lo hiciera por una calle de Albeira. Pero aquí no hay luz ni sonido. Lo que más me sorprende, porque el miedo hace tiempo que se marchó, es la ausencia de sonido. No se escucha nada. Nada, es la nada más absoluta. No sé explicarme mejor. ¿Alguna vez han habitado un lugar donde no se escuchara nada? No lo creo. Incluso el silencio tiene su propio ruido, su estertor, su zumbido débil y constante. Aquí no. Ni mi cuerpo emite sonido. Silencio y oscuridad. Quizá todos estéis pensando que estoy muerto, pero no es así. Sé que estoy vivo. Esto no es la muerte, es otra cosa. Me tragó la tierra, simplemente. Quizá algún día encuentre una madriguera, un pozo o una cueva por donde salir a la superficie. Tal vez cuando salga haya cumplido cincuenta años y mis padres hayan muerto; mis hermanos emigrado a países donde no los encuentre. Mis amigos no me reconozcan.  O quizá no.
Tal vez solo me quede la oscuridad y el silencio.

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